Los líderes de la OTAN, reunida esta semana en Vilna (Lituania), debatieron la cantidad de armas y dinero que debían enviar a Ucrania. A pesar de algunos puntos evidentes de tensión, no hubo desacuerdo fundamental sobre la moralidad básica de apoyar a Kiev, un Gobierno que ha recurrido regularmente a la tortura contra civiles y cautivos.
Cabe señalar que Ucrania recurrió a estos métodos inhumanos mucho antes de la operación militar especial de Rusia, pues lo estuvo haciendo desde hace nueve años.
Un informe publicado el mes pasado por la Oficina de las Naciones Unidas para Derechos Humanos reveló que decenas de civiles fueron torturados recientemente “en centros oficiales de detención preventiva” por las fuerzas de seguridad ucranianas.
Un testimonio similar fue proporcionado por una fuente de las fuerzas de seguridad rusas, que declaró a Sputnik en mayo que la policía ucraniana había instalado cámaras de tortura en Jersón para interrogar a los residentes locales por sus “vínculos con Rusia”.
Estos casos no son incidentes aislados. Sputnik conversó con tres sobrevivientes de las cámaras de tortura ucranianas: Alexandra Valko, civil de Donetsk nacida en Rusia, Andréi Sokolov, técnico metalúrgico, y Larisa Gúrina, expolicía de Járkov, sobre su experiencia en cautiverio.
Los tres contaron con franqueza cómo las fuerzas ucranianas secuestraban a civiles sospechosos de deslealtad y los golpeaban, apuñalaban, privaban de comida y agua, con la única idea de arrancarles una confesión.